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domingo, 16 de enero de 2011

YO MATÉ A BELÉN ESTEBAN


YO MATÉ A BELÉN ESTEBAN
(Homenaje a dos escritores catalanes)

          Apenas podía creer que tuviera entre mis manos el permiso de Navidad. Hasta el último momento dudé de que mi estratagema hubiera surtido efecto, porque no es nada sencillo engañar al doctor Sugrañes. Pero había sido lo suficientemente astuta para  llevar a efecto mi plan sin que nadie sospechara lo más mínimo. Recorrí un duro, durísimo camino: tuve que cantar con Sor Ibiza “Yo tengo un gozo en el alma”, arrodilladas ambas con devoción frente a la Mancha de Humedad de mi habitación (ella cree que es una manifestación holográfica del Santo Niño de la Bola, la pobre, qué mala vista tiene), acudir con  puntualidad al taller ocupacional “Estampitas de Jorge Bucay” y hacerles creer que, sumisa y complaciente, me tragaba las “pirulas” que Sugrañes me había pautado.
          Pero todo sacrificio tiene su recompensa y  ahí estaba yo, vencedora, en la puerta de salida, esperando que mi primo viniera a buscarme con la limusina. Quince días fuera de aquellos muros, una bendición.
  Por Dios, Ketty, prométeme que te tomarás el Risperdal...
  Sí, primo.
  Y que no robarás motosierras.
  No, primo.
  Y que no atentarás contra los Papá Noel que cuelgan de los balcones.
  Me lo mandaron las voces, primo.
  No tengas morro, Ketty, no tengas morro...
          Los primeros días transcurrieron plácidos en casa de mamá, ella tricotando y viendo Tele5; o recibiendo visitas y viendo Tele5; o jugando a la canasta y viendo Tele5...Yo analizando los mensajes ocultos en el papel pintado del salón y viendo Tele5; o afilando las tijeras del pescado y viendo Tele5; o aprendiéndome de memoria la guía de teléfonos de Madrid (me voy por Álvarez Álvarez) y...viendo Tele5.
          Y así ocurrió que, en la tercera noche de mis vacaciones, se me presentó en cuerpo serrano D. Matías Prats (padre) y me dijo:
  Ketty, despierta: Tienes una misión.
          Me alegré sobremanera, pues yo soy una mujer de acción, una máquina, una killer. Aunque, la verdad, sentí en el alma que el mensajero hubiera sido un señor mayor; yo hubiera preferido a un Robert de Niro o a alguien con una carrera consolidada en el Mal, (más tarde comprendí que la naturaleza de la misión requería un profesional) y además el señor tenía una voz profunda y una dicción perfecta, lo que siempre se agradece. Cuando se fue me sentí, por fin, valorada como psicópata y agente secreto a la vez. La misión, suponía el reto más importante de mi carrera. Y yo estaba preparada.
          A la mañana siguiente, y mientras acompañaba a mi madre a hacer los recados, comprobé por mí misma la veracidad y el enorme alcance del complot que me había sido desvelado por Matías Prats (padre). Efectivamente, España se había Belenestebanizado.
          Era horrible: por la calle solo podía ver a mujeres de todas las edades con el pelo achicharrado por el tinte platino y las planchas de alisar, vestidas de chándal rosa, con botines de tacón y mascando chicle. Caminaban como apisonadoras en la franja de Gaza, sin pedir disculpas ni permiso. Ellos, los hombres, también habían mutado en porteros de discotecas. Se lo hice notar a mi madre, pero ella, una vez más, me negó. En Casa Mira, donde de toda la vida hemos comprado el turrón, no se servía otra cosa que croquetas y sanjacobos. Y cuando manifesté mi desagrado por semejante hecho, con los exquisitos modales que me han sido inculcados desde la infancia, sólo recibí alaridos de la dependienta:
  Pos será tu opinión dijo en tono grosero cerrando los ojos y pestañeando ¿me entiendesss?
          No podía resistirlo. En la calle, en los comercios, en las colas para comprar lotería, en la parada del taxi...miles de clones de esa maldita mujer me rodeaban. De sus bocas sólo salían expresiones como “¿Per- do- naaaaaaaaa?” “me sale/ no me sale del potorro” “Yo por...MA TO”. La mala educación regía las conversaciones: la gente, antes pacífica, se interrumpía constantemente, quitándose el turno de palabra, sin escucharse, gritándose, subiendo los decibelios hasta traspasar los límites de la contaminación acústica. Yo, que me había educado en los mejores y peores colegios públicos, tenía los vellos como los dientes de mi motosierra.
 Debía actuar ya, sin dilación. Iba en el taxi pergeñando el plan, buscando el momento oportuno. Pero no había tiempo. La señal definitiva la recibí de mi propia madre a la hora de comer. Mi  madre, tan fina, tan señora, me arreó de repente una tremenda  colleja y me espetó:
  ¡ Kettycita, joder, cómete el pollo!
          Llamé a la única amiga que tenía en este mundo y en los otros; la persona que nunca me había fallado, aquella que siempre, siempre, en los buenos y en los malos momentos estuvo a mi lado:
  Brigg, mari, ¡Tienes que llevarme a Tele5 urgentemente!
  ¡Amos anda! me contestó en un tono poligonero muy alejado de sus perfectas maneras No me jodas, Ketty, que no tengo el chichi pa farolillos.
          No sé cómo fui capaz de hacer fluir las palabras de mi boca. ¡Mi mejor y única amiga también se había contaminado! Tuve que echar mano de la estratagema más eficaz de todas las conocidas: el engaño. Le dije que Punset iba de invitado a “Sálvame” y que quería hacerle una foto con él, para el Taller de Estampitas de Punset.
          De acuerdo, pero sácame alta, ¿me entiendesss?
          Le robé la limusina a mi primo y fuimos para allá, perfectamente camufladas de concejales de Villanueva de la Sagra. Gracias a tan astuto ardid conseguimos que un regidor nos colocara en el plató donde se grababa el programa, justo detrás de la Princesa del Pueblo. Lo que yo quería: tenía su cráneo cerca, frente a mí...Fue entonces cuando me concentré y sa  qué de mi interior todas las técnicas aprendidas en el Taller Ocupacional de Control Mental, Manipulación, Lavado de Cerebro e Hipnosis. Para que luego digan que Sugrañes es un farsante.
          Lo que ocurrió después es público y notorio y figura en la historia de la televisión y las hemerotecas: Belén Esteban se levantó y, sin dejar de mascar chicle, propuso revisar la política fiscal europea. Ante la perplejidad de los presentes, la colaboradora improvisó una encendida defensa de las reformas de la fiscalidad en el marco de la U.E., medidas que no hallaban eco en los mass media generalistas. Al mismo tiempo que hablaba con las palabras que yo mentalmente le dictaba, como si fuera la Daisy de Maricarmen y sus muñecos, su cuerpo se iba rebelando y sus niveles de glucosa, bilirrubina, ácido úrico y colesterol del malo, se dispararon hasta que cayó fulminada, muertecita del todo. Aprovechamos el tumulto y el vocerío para salir corriendo. La Brigg, ya recobrada del todo, sólo preguntaba la razón de que el bolso y los zapatos no conjuntaran en lo cromático. Por mi parte, en aquellos importantes momentos, simplemente añoré mi motosierra.
          Volví a casa con la dulce sensación del deber cumplido. Allí me esperaban mi primo, Sugrañes, el SAMUR y una delegación de bomberos de la Puerta de Toledo, cortesía de Sor Ibiza.
          Dicen que fue de lo mío, un rebrote psicótico con delirios y alucinaciones fruto de la sobreexposición a estímulos negativos cargados de agresividad verbal. Por eso vuelvo a estar en aislamiento.
          Se engañan solos. Yo, y solamente yo, maté a Belén Esteban.

         

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