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domingo, 1 de abril de 2012

LA PLAGA DE HADAS DE LA CALLE YORK


LA PLAGA DE HADAS DE LA CALLE YORK

            Como había dejado de llover, conseguí convencer a Noelle para que nos acercáramos hasta la tienda de la esquina del señor Singh. De vez en cuando el señor Singh trae aceite de oliva a un precio razonable, si también encontrábamos tomates maduros, podía preparar gazpacho con recuerdos de sabor español. Un manjar de dioses en el corazón de Bristol.
            Me di cuenta enseguida, apenas crucé el umbral de casa. Olía a hadas.
―¡Ya estamos!- exclamé con fastidio– Otra vez se nos ha vuelto a llenar todo el jardín de hadas.
Noelle me miró atónita. Seguramente pensó que, una vez más, intentaba tomarle el pelo.
―Oye, Noelle, que no es broma. ¿Tú no has sufrido nunca una plaga de hadas?
―Por supuesto que no.
―Pues qué suerte tienes.
Cerré la verja del jardín con sumo cuidado para que las hadas de nuestra vecina, la señora Bondic, no se colaran en nuestra casa. Las de la señora Bondic son particularmente ruidosas, quizá porque inhalan el aroma a fiesta que desprende cualquier hogar con habitantes de la ribera del Danubio, como la señora Bondic que vino desde Belgrado huyendo de la guerra y que toca el acordeón como nadie. El verano pasado consiguieron colarse porque alguien (mejor no saber quién) se dejó la verja abierta, lo que todo el mundo sabe que para un hada no es sino una invitación al jolgorio. Apenas pude dormir aquella noche del lio que organizaron. No quiero ni acordarme.

Le cuento todo esto a Noelle mientras bajamos la empinada cuesta. Ella me escucha, absolutamente perpleja. Un sol tímido se abre paso entre los nubarrones que huyen en dirección Oeste.
―Las hadas salen en primavera, con el primer rayo de sol. Salen como los caracoles, tras la lluvia, y se tumban desnudas en los pétalos de las flores para que la luz y el calor les disuelvan la frialdad y la pereza del invierno. Por eso las flores relucen, fíjate ahí.
Le señalo un macizo de pensamientos recién plantados. En primavera, los vecinos de la calle York corren a los invernaderos y compran compulsivamente flores de temporada de todos los tipos y todos los colores. En la calle York podría decirse que existe un concurso tácito sobre cuál es el jardín más original, el que despierta más ¡oh! entre los caminantes que suben desde Stockes Croft hasta lo alto de la colina. En abril del año pasado, los estudiantes del nº 10 llenaron todo el jardincillo delantero de sombreros y paraguas que colgaban de cada recoveco. Gustó mucho el jardín del nº 10. Yo soltaba un ¡oh! bien alto cada vez que pasaba, por si había alguien haciendo el recuento.

Me pregunta Noelle por la plaga de hadas, que cómo darse cuenta, qué efectos tiene y si hay algún remedio para librarse de ella.
―Verlas es bien sencillo― contesto― sólo tienes que abrir los ojos, la nariz y los poros de la piel cuando pases delante de los jardines delanteros de la calle York. En otros lugares no sabría decirte. En la calle York es casi imposible que pasen desapercibidas.

Llegamos a la tienda de la esquina y le pregunto al Sr. Singh por los tomates.
― Me temo que no va a ser podible querida niña― me dice―Se han llevado todos los que he traído al ver que se avecinaba otra plaga de hadas.
― ¡Y yo que había pensado hacer gazpacho!
Le comento a Noelle que si de verdad queremos tomates lo más inteligente es salir del barrio, a un lugar libre de plagas. Caminamos hacia el centro aprovechando el mejor sol de la tarde, el que asoma después de llover.
― Notarás al principio cierta agitación en la punta de los dedos. Si el hormigueo se concentra en los dedos de los pies, sólo puedes aliviarte bailando, bailando sin parar. Ocurre porque las hadas están ensayando alguna polka o algún vals. Si ni así se te quita, debes salir a la calle y enganchar al primer vecino que veas tirando la basura en el contenedor. Bailáis algo juntos, lo que sea y se acaba el problema. Después suelen venir las ganas de comer chocolate con almendras y de hablar por teléfono con alguien que esté lejos, preferiblemente alguien que te quiera mucho. Yo llamo a mi madre, que enseguida comprende lo que ocurre, puesto que ella conoce bien a las hadas…¡si yo te contara! Más tarde empezarás a dormir raro, a horas intempestivas, por ejemplo justo después de desayunar. Es molesto si te pilla trabajando pero aquí, en Bristol, todo el mundo ha sufrido alguna plaga de hadas, sobre todo si han vivido en las cercanías de la calle York. Lo mejor de todo son los sueños. Sí, sí. Se sueña mucho cuando hay plaga de hadas porque suelen adentrarse en las alcobas y espolvorear especias en la mente dormida. Eso sí: cuando te levantas lo recuerdas todo y lo puedes revivir cada vez que quieras. Algunos aprovechan y pintan las imágenes de los sueños en los muros de las casas y en las tapias de los descampados. Como Banksy. Otros componen bellas baladas o crean números circenses…Terminas agotada, Noelle, y más si se te cuelan las hadas de los vecinos en tu jardín y festejan.

Hemos llegado al Marks y Spencer. Veo a la señora Bondic comprando tomates, a Dan y a Fiona. Jose se acaba de ir hacia el rio, porque al parecer, se han visto hadas de agua entre los barcos del muelle.
En el camino de vuelta a casa bien cargadas de rojos tomates, justo en la puerta del Tali que hace el mejor curry del barrio, a Noelle le invade una melancolía extrema y no puede evitar echarse a llorar desconsolada.
―Son ellas, cielo, no te preocupes. Como no te conocen…
Nos encontramos la puerta de la verja abierta.
―Qué hacemos ahora? ―pregunta Noelle, hipando― Verás qué noche nos van a dar…
―Nada, tranquila. Vamos a hacer gazpacho y a dejarles un cuenco para que jueguen a sus ballets de agua. Así estarán entretenidas. Pero un poco más tarde…
Porque yo, ahora, necesito escuchar la voz de mi madre. Antes de que me ponga a llorar.