Atención:

Licencia Creative Commons
Papeles de Nunca Jamás por Esther Requena se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-LicenciarIgual 3.0 Unported.

jueves, 21 de junio de 2012

"Historias de la puta crisis" en la radio

Dejo dos enlaces de programas de radio en los que se ha hablado de "Historias de la puta crisis".
El primero es una entrevista a Enrique Gracia Trinidad en el programa "El planeta de los libros", sale en el minuto 17

http://elplanetadeloslibros.com/html/audio-226-poesia-en-la-feria.htm

El segundo es de radio Atlantis y recoge un fragmento leído del libro y de una entrevista que me hicieron. Minuto 29:10

http://radioatlantis.es/?p=377





viernes, 15 de junio de 2012

FANTASÍA SOBRE EL NIÑO CHARLIE DICKENS


Charlie cruza el parque sin prestar atención a la capa de hielo con que la noche ha disfrazado a los desnudos álamos de las veredas. Camina apresurado. El alba ya ha despuntado y el tiempo se le acaba. Si quiere librarse de los latigazos del señor Scrooge, hoy no puede permitirse salir al encuentro del Truhán y bien que lo siente, porque a Charlie le gusta seguir al Truhán por el laberinto de calles, patios y pasadizos del Soho y contemplar con cierta malévola curiosidad a las mujeres de la noche desparramadas de pena y alcohol en las oscuras esquinas.
Si Charlie no anduviera a la carrera para llegar a tiempo a la fábrica de betún en la que trabaja, quizá hubiera contemplado a los árboles amortajados de hielo, como fantasmas y quizá habría encontrado placer en imaginárselos atormentando al señor Scrooge, el malvado señor Scrooge, el capataz que azota a los chicos que llegan tarde a trabajar…
Deja a la izquierda la cúpula de Saint Paul y corre presuroso hacia Charing Cross. Aunque Bill, Papa Harinosa, le ha mostrado un agujero desde donde acceder al sótano de la fábrica, Charlie sabe que si es sorprendido intentando burlar la vigilancia de Scrooge, será castigado con otras 12 horas sin paga y en domingo. Charlie, los domingos, visita a su padre en la prisión para grandes deudores, de Marsalshea. Su familia necesita los seis peniques semanales que Charlie gana pegando etiquetas en los botes de betún y a Charlie, que desde hace tres meses ya no comparte la celda familiar, le complace enormemente entregar su sueldo y, además, escuchar las historias que le cuenta su vecino de celda, el señor Pickwick, orondo como un barril.
Algún día, le dice a su maestra, escribiré las historias del señor Pickwick y sus viajes en diligencia. Algún día escribiré tu historia, pequeña Dorrit, le dice a Nell, su amiga. Y también contará la de Truhán, el ladronzuelo que le inicia en los secretos del hurto, y la del niño pálido que encabeza el entierro de los hijos de los ricos, rezando con dulce voz al ataúd blanco.
Charlie dobla la esquina sin mirar la verja del caserón encantado. A veces, cuando termina la jornada y desanda el camino, consigue ver a una hermosa niña de largo cabello rubio, sola, en el jardín y Charlie sueña con tocar su mano de nácar.
Pero son tiempos difíciles, no aptos para ensueños, como suele decir la señora Peabody, la criada de su amigo David Copperfield.
Algún día…
Charlie llega a tiempo, justo antes de que el malvado Scrooge toque la campana que inicia el turno de día.
Llega usted tarde, señor Dickens le dice con su boca desdentada.
Pero Charlie ya se ha perdido en la oscuridad. 

(Sentido homenaje a Dickens, el autor que marcó mi niñez lectora.)