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Papeles de Nunca Jamás por Esther Requena se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-LicenciarIgual 3.0 Unported.

domingo, 16 de enero de 2011

XI´AN


Él dormía en su mortaja de terracota.
Ella había cruzado el mundo sin saber que acudía a su llamada.

(Dicen que, atravesando las fronteras del espacio y el tiempo, hay almas se presienten, se buscan y, a veces, se encuentran.)

Ella no traspasó inmediatamente el umbral de la fosa número tres, sino que recostó su espalda contra el muro y esperó unos instantes: quería disfrutar de la sensación de plenitud que le proporcionaba estar a punto de alcanzar un sueño.
Él despertó instantáneamente y vio un rostro muy distinto a cualquiera de las mujeres que anteriormente había conocido. Despertó y tenía frente a sus párpados de barro unos ojos de mujer del color de un mar que nunca había contemplado. Despertó y pudo agarrarse a un hilo de araña que la mujer le tendía, desde el otro lado de su envoltura de arcilla, para no volver a caer en el abismo.
§  Me llamo Wang. Mi nombre significa Deseo de Esperanza.
§  Me llamo Esperanza.

(Dicen que cuando dos almas consiguen unirse, no hay lengua, ni signos, ni códigos que impidan el encuentro)

§  Fui guerrero del Emperador, caballero de su ejército; No hubo arquero tan veloz al galope, ni corazón tan leal.
§  Enseño a leer y a escribir a niños pequeños. Vivo cerca del mar, en una ciudad muy lejana llamada Murcia.
§  Queríamos reunir Todo Bajo El Cielo bajo el manto del Único Emperador.
§  Quería recorrer Todo Bajo El Cielo desde que, muy pequeña, leí a Marco Polo.
§  Aquel día caía una lluvia blanda. Los mongoles intentabas destruir la Muralla recién construida. Los cascos del caballo se atoraron en aquel lodazal...
§  Aquel día llovía furiosamente, sin piedad. En la autopista, los coches avanzaban despacio, apenas podíamos ver, sólo los destellos blancos de las luces de los faros.
§  Bajé del caballo. Puse la flecha y tensé el arco...
§  Había un atasco a la entrada de la ciudad. Cuando llegué a él, paré el motor y miré al asiento trasero, para ver si el niño seguía dormido...
§  Oí un zumbido como de miles de abejas. Después me cubrió un fogonazo de luz negra...
§  No me dio tiempo ni a gritar. Oí el frenazo y sentí un estruendo de metal que se me incrustaba en la espalda.
§  No tuve miedo.
§  Supe que mi hijo había muerto.
( Dicen que cuando dos almas se encuentran, son capaces de fundir el dolor y librarse del frío y del desierto)

§  Ahora puedo volver a dormir en paz, porque sé que puedes verme, Esperanza.
§  Ahora entiendo porqué ansiaba cruzar el mundo para conocerte, Wang.

(Dicen que cuando dos almas se conocen, más allá de las fronteras del tiempo y el espacio, todo empieza, quizá, a tener sentido)

1 comentario:

  1. Qué conmovedor, Esther...Sabiendo tu pasión por China, este relato es un regalo de los caballeros a tu visita ¿o es tuyo para ellos? ¿o es tuyo para todos nosotros?
    Bueno, es un lujo leerte, como siempre....

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