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Papeles de Nunca Jamás por Esther Requena se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-LicenciarIgual 3.0 Unported.

viernes, 3 de mayo de 2013

CONJUNTO VACIO









CONJUNTO VACIO

Me dijo que me dejaba, que yo no era nadie, que yo no era nada...
Entonces me morí.
(Creo)

Me rodeaba un silencio espeso, como de leche. No sé si había cerrado mis ojos, no sé si tenía ojos.
No veía.
Al principio no veía nada.
Después apareció ante mí, no sé si de repente; quizá ya estuviera antes, pero yo, al tener los ojos cerrados (aunque puede que no tuviera ojos), no me había dado cuenta de su presencia.

Era una gran esfera, con una especie de lanza de luz que le atravesaba en diagonal. Flotaba. Todo en ella resultaba fútil, inane, vacuo, insustancial...

-Vaya cosa tonta de esfera- pensé

(de donde colegí que los muertos conservan la capacidad de pensar. O algo parecido)

Sin embargo, la esfera ejercía sobre mí una poderosa atracción que me arrastraba hacia su interior al mismo tiempo que el silencio de leche cuajó en un mensaje, posiblemente dirigido especialmente para mí:

“SI NO ERES NADIE, SI NO ERES NADA ¡ÉSTE ES TU SITIO!”

Me dejé llevar hasta el interior, impelida por esa fuerza magnética que manaba de su interior. De repente me invadió un temor antiguo, un interrogante que me llegaba desde lo más arcano, desde los días de la primera infancia, cuando aún creía en los mitos:
― ¿Voy a entrar en el cielo o en el infierno?

(Pienso, sinceramente, que la primera obligación del difunto reciente es saber a dónde dirigirte)

Pero poco importaba porque mi voluntad, de por sí dubitativa (hay costumbres que no cambian tanto si se está vivo como si se está muerto) no atesoraba suficiente poder como para anular la fuerza que me succionaba, que no  contemplaba ni respetaba lo que es el libre albedrío, en este caso decidir entrar o no entrar en la esfera.
O sea, que pasé.

BIENVENIDA AL CONJUNTO VACÍO
Saludaba un cartel parpadeante, (de luces leds de bajo consumo, como muchas de las esculturas vanguardistas que colgaban de las paredes de la Tate , a las que fui tan aficionada en vida. A la escultura vanguardista, aclaro)

― ¡El conjunto vacío!―Media vida preguntándome para qué coño servía semejante memez y héte aquí que era (digamos) el limbo, al menos lo que así llamábamos antes del Papa Wojtila lo clausurara ad aeternum.

El limbo estaba animado. Me recordaba, bastante, a un centro comercial y de ocio, al pie de la M-40, que cerraron por la crisis, y cuya estructura en anillos superpuestos podía recordar ligeramente a las antiguas ilustraciones de los Jardines de Babilonia. Claro, que en ese estadio de eternidad en el que me hallaba sumida, resultaba mejor referente el Paraíso del Dante. Donde va a parar…
Sin embargo, lo importante residía en los pobladores de tan curioso ¿espacio?
Dirigí mis pasos ( tan etéreos) al fondo, a la derecha. Pero luego me lo pensé mejor y, valorando las ventajas que reporta el triunfo sobre la gravedad (allí flotaba todo), ascendí todo lo posible en postura “Santa en estado de gracia” con el fin de obtener una visión cenital, ya puestos…
Acababa de llegar, como quien dice, cuando me tocaron ligeramente el hombro (si es que aún tenía hombro, porque al estar muerta, posiblemente fuera incorpórea del todo)
Era una hache.
Monísima, de tipo bastardilla inglesa de rancio abolengo.
― Comprende―se explicó― que para algo más teníamos que valer, aparte de nuestro indudable valor etimológico.
Siempre me cayeron muy bien las haches mudas, no me extraña que las hubieran elegido como demiurgos.
Me tomó la talla.
― Es para saber dónde ubicarte.
Pero como no tenía nada para apuntar prefirió ir recorriendo las diferentes secciones, por ver dónde mejor encajaba, según mi perfil.
― Porque…― me preguntó― ¿Tú llegaste a nacer?
―Pues claro.
― Entonces ni nos acercamos a “Huevos hueros”, que está superpoblado.

Le dije que se detuviera un momento en “Palabras vacías”. Quería inspeccionarlas con detenimiento, no fuera que (por casualidad, nunca se sabe) al final fuera cierto lo de la reencarnación y se me cumpliera aquel viejo anhelo de convertirme en escritora. En otra vida, claro.
La vi. A todas: a “bonito-a”; a “cosa”, a “o sea”, a “lo que viene siendo”. Preposiciones, artículos, conjunciones…todas esas pequeñeces que no tenían culpa de nada.
Nos fuimos enseguida.

Creo que la hache se percató del motivo de mi curiosidad. Entonces me conminó a que me preparara porque consideraba necesario que conociera, por si acaso me reencarnaba, el lugar más temido por el artista:
― Pero… ¿esto qué es?
― El lugar donde penan las páginas en blanco.
― Vámonos de aquí.
― Luego, supongo que tampoco te interesan los lienzos en blanco.
― Para nada.
Y continuamos.

― ¿Cómo andabas de apetito en tu niñez?
― Normal.
― Entonces tampoco nos detendremos en “No me come nada”
Dejamos a un lado una curiosa sección de trajes y vestidos de toda época y tallaje, bastante sosos.

“No me dice nada”― se llama esta zona. ¿Te interesa?
― No.

Continuamos, una y otra vez: encontramos ecuaciones y fórmulas de todo tipo, de las más sencillas a las más complejas, en todas su resultado final era = 0. Pasamos por las ciudades y pueblos más tranquilos que habían existido en cualquier tiempo y lugar, aquellos en los que nunca pasaba nada…
La hache empezaba a hartarse. Se paró y realizó algunos estiramientos…

― Vamos a ver, vamos a ver― me dijo ligeramente hastiada― ¿Tú has sido interrogada sobre algún suceso, digamos…luctuoso?
― ¿Interrogada?, ¿dónde?
― Pues dónde va a ser: en un juicio, en un programa de televisión…
― No
― ¿Nunca has dicho “No he visto nada”?
― Creo que no.
― ¿Y no he oído nada?
― Tampoco.

Me miró preocupada y murmuró algo sobre “un error”
― Pero vamos a ver, ¿a ti quién te ha mandado aquí?
― Nadie. Yo me he muerto y después, al recobrarme, me envolvía un silencio de leche.
― Pero tú no estás muerta.
― ¿Cómo que no? Le cuento: mi novio me dejó, me dijo que no era nadie, que no era nada…y entonces me morí.
― ¿Y tú te creíste sus palabras?
― Pues…sí.
― ¡Qué juventud, qué juventud! ¡ No creen en nada, no tienen nada en la cabeza! Anda, vete por dónde has venido y olvídate del novio y de las tonterías…
― Entonces… ¿Esto no es La Nada?
― No, guapita, esto sólo consiste en que te has pasado con el Orfidal.

Entonces me desperté. Con dolor de cabeza.
Por las ventanas abiertas al patio de luces entraba un rico olorcillo a tortilla de patatas y el eco de una hermosa canción.

Rien de rien.

9 comentarios:

  1. ¡MENUDO CHUTE DE ORFIDAL...! ¡Alucinante! Cada día lo haces mejor, Estersita.
    Un besazo soleado y cálido desde Málaga.

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  2. Iré a verte, Holmes. Cualquier día de destos me planto en Málaga, que lo sepas.

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  3. Madre mía, Esther, hija qué cuento más bueno, qué buenooooo! Me ha encantado, de verdad. Lo he tenido que leer en varios tramos porque no me dejan, no me dejan nadaaaaaaa.
    Me encanta, eres maravillosa.
    Un beso enorme!

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  4. Qué bueno, Esther. Me encanta tu ironía y lo divertido que es. Un beso.

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  5. Es genial, genial. ¡¡ Qué dominio de las HacHes, EstHer del Humor Histérico, de la imaginación desbordante y de la fisna ironía...
    Me encantó, y seguiré leyendo patrás, porque había perdido este enlace de 'nunca jamás' que nunca jamás se volverá a repetir.

    Un lujo leerte, cariño.
    Besinos

    Ana

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  6. Eres grande, compañera. De verdad. Enhorabuena y gracias por este buen rato. Me hacia falta.

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  7. Que me ha costado cuatro intentos convencer a este chisme de que no soy un robot. Qué susto! Ya pensé que me había pasado con la medicación y sólo había conseguido este triste efecto secundario...
    Un beso.
    Por cierto, creo que voy a pasarme al orfidal. A ver si me despierta la creatividad. Aunque no sustituya al talento, me temo.
    Enhorabuena de nuevo.

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  8. Después de haber vivido este viaje que nos propones, me he acordado de un artículo que leí el otro día. En él se nos clasificaba a los escritores en categorías. A quienes no vivíamos de esto se nos catalogaba como "Escritores en la nada". Me imaginé de nuevo con cordón umbilical, flotando en líquido amniótico, tecleando por el útero.
    Los famosos, los cuatro que pueden vivir de esto, no tienen algo que nosotros tenemos: la incertidumbre del día a día. Y eso es inspirador que te cagas.
    Enhorabuena por el cuento, con h intercalada.

    Un abrazo.

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