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lunes, 4 de marzo de 2013

EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES





(ilustración de Bryan Lee)




EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES.

Desde que Sor Aya, la monjita encargada de su planta, les canceló el permiso de salida al sorprenderlos atravesando la calle en diagonal, los Tres Manes han aprendido a no desafiar el tráfico y cruzar por el paso de cebra aunque ello significara perder un tiempo precioso y no llegar los primeros a las obras de la acera de enfrente.
Porque es la segunda vez en tres meses que el Ayuntamiento abre la zanja y asegura espectáculo gratis para ellos, para sus rivales del asilo vecino (“El Merecido Descanso. Fundación víctimas de la SGAE”) y para el resto de jubilados y ociosos del barrio.
Y ellos, que en activo fueron leyenda, ahora, cuando disfrutan de su jubilación, siguen acostumbrados a encontrarse en primera línea de fuego, es decir, en la parte alta de la empinada calle, justo detrás del rótulo “Avería”, donde tienen acceso a una panorámica general que comprende, además de los trabajos del interior del hoyo, al dispositivo que se mueve alrededor: el ir y venir de los encargados, de la maquinaria, de la Policía Municipal y hasta de Protección Civil y Unidades Móviles de Tv en caso de que hubiera que lamentar algún incidente. La ilusión por estar a pie de obra, de orientar, de opinar, de porfiar, ha conseguido que Los Tres Manes vuelvan a sentirse imprescindibles. Atrás han quedado los meses transcurridos entre talleres de Tai_Chi y de Recuperación de la Memoria. Ya no es necesario matar el tiempo aunque cuando Clark, cada día, al tomar posesión de su sitio en el “Tendido Siete”, dice aquello de…
—Cuando terminen de arreglar Metrópoli va a quedar preciosa.
…Bruce y Peter se intercambian una mirada de preocupación por su amigo que, algo mayor que ellos, fue un auténtico referente para ambos cuando los tres compartieron puestos de responsabilidad en la Empresa. Ellos, que lo conocieron y admiraron en su época de esplendor, saben que Clark empezó a venirse abajo cuando el juez otorgó a Lois, en el divorcio, la explotación de las minas de metacrilato del Polo Norte, lo único que le quedaba de sus padres biológicos. Fue un golpe bajo. Desde entonces Clark sufre crisis de hipotermia que le obligan a llevar bajo su ropa de diario su antiguo uniforme de lycra, sin capa y con los calzoncillos por encima de las mallas.
-—Va a ser intolerancia a la kryptonita —dice el Dr. House, obligado a pasar consulta en el asilo para reducir condena y de paso guindar vicodina—. Y si no es la kryptonita será lupus.
Tampoco está de muy buen humor Peter. Hace un mes que su amigo Hulk tuvo que ser atendido por el SAMUR después de un rifirrafe verbal con otro espectador:
—Hulk es buena gente, pero tiene muy mal pronto. Con la pelea le subió la bilirrubina y se le quedó muy mal color —le cuenta a un jubilata del barrio que le reconoció en su día —Yo diría que su vida pende de un hilo.
—Como siga cavando en esa dirección se va usted a cargar la tubería C-213 —advierte Bruce al operario que maneja la perforadora.
—Y tú... ¿cómo lo sabes?
—Pues porque un kilómetro a la derecha de esa tubería tenía Joker, que en paz descanse, una de las entradas a su guarida.
Bruce es, de los tres amigos, el que mejor se ha adaptado a la vida pacífica y tranquila de la jubilación. Cierto es que él, que nació millonario, no tiene que vivir de la pensión de la Empresa.
—Pero tú aún tienes una ayudita con la del Daily Planet, Clark. Mira mi caso —se queja Peter— Toda la vida en “Save The World, S.L.” y si quiero sacarme para mis caprichos me tengo que dedicar a tejer cordones de botas por las noches...
Y así, entre conversación y conversación, pasan el rato los tres inseparables amigos hasta la hora del Ángelus, cuando vuelven a cruzar la calle —por el paso de peatones, señores, o si no aquí se quedan— para disfrutar de una frugal colación en el Asilo de las Madres Apandadoras para Superhéroes de la Tercera Edad.  Lamentablemente, la mañana ha transcurrido en un suspiro.
—¿Os he contado cuando di la vuelta al planeta para conseguir que el tiempo fuera para atrás?— pregunta Superman.
—Como un millón de veces, Clark —contestan Spiderman y Batman mientras intercambian una mirada de preocupación.



4 comentarios:

  1. Al observar la decadencia de los superhéroes con los que soñamos en la niñez, vemos que el tiempo pasa para todos, y que la única manera de combatirlo es adaptándose lo mejor posible.
    Habrá que inventar una nueva clasificación para tus cuentos, Esther. Por ejemplo, realismo cómic-o.
    Felicidades.

    Un abrazo.

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    1. Fíjate que no he vuelto a ver Superman desde que lo dejó Christopher Reeves, que en paz descanse.
      Tenemos nuestros superhéroes particulares, en mi caso, bien lo has dicho, tienen que ver con aquellos comics de la Marvel.
      Me alegro mucho que te haya gustado, es importante para mí.
      Un abrazo enorme

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    2. Los escritores sí que somos superhéroes y si no nos apoyamos entre nosotros, ¿quién lo va a hacer? ¿Las editoriales?

      Un abrazo

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  2. Ay, dios mío, en lo que se han convertido mis héroes de la infancia. Con la falta que nos hacen en este tiempo… Eres capaz de convertir en “cotidiano” incluso el elemento más extraordinario de la imaginación, y eso me gusta.

    Genial, Esther, como todo lo que escribes :-)

    Besos y abrazos

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