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Papeles de Nunca Jamás por Esther Requena se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-LicenciarIgual 3.0 Unported.

jueves, 27 de diciembre de 2012

CUENTO DE NAVIDAD




CUENTO DE NAVIDAD

A las doce de la mañana del día de Navidad, el juez ordenó el levantamiento del cadáver de Belén Pastor Reyes, la indigente que, desde finales del verano, pernoctaba en los soportales de Lefties, en la Gran Vía madrileña.

La noche anterior, sobre las 9, Moisés Falsario, guardia de seguridad de la tienda, vio como la ahora difunta procedía a envolverse en el revoltijo de mantas mugrientas del que él mismo la extraía a primera hora de cada mañana, antes de que llegaran sus jefes. Pensó en telefonear a los municipales para que proporcionaran albergue a la pobre mujer en esa noche tan señalada, pero temiéndose otro chorreo de ofensas y recordando que la Renfe cerraba a las diez, optó por echarse una carrerita para, con un poco de suerte, llegar a su barrio con tiempo de tomarse unas cañas con los colegas antes de cenar.

Una hora después, Dª Pura García de Engaño se detuvo ante el escaparate de la tienda atraída por el reclamo de un chaquetón rebajado. Con el rabillo del ojo atisbó un bulto informe entre las sombras, que no tardó en relacionar con alguno de los muchos mendigos que infestaban las calles de la ciudad, como una plaga inmunda venida de no se sabe dónde y cuya presencia deslucía la alegría y la paz de aquellas entrañables fechas.
- El Ayuntamiento debería recogerlos- pensó- que mira que molestan.
Y siguió su camino, Gran Vía abajo, mientras trataba de decidir si regalar el chaquetón rebajado a la estúpida de su cuñada o endiñarle el frasco de colonia de la cesta de la empresa. Bien envuelto, eso sí.

Cerca de la una, los señores de Falaz y sus dos hijos adolescentes, retornaban a su domicilio después de asistir a la misa del Gallo en medio de una monumental bronca. La discusión, motivada por la hora de regreso a casa en Nochevieja de los dos retoños, originó una taquicardia de tipo nervioso en Dª Hipólita, la madre de las criaturas, sobre todo al escuchar del hijo que tan esmeradamente había educado, que pasaría olímpicamente de visitar a su abuela en la Residencia de no ser reconocidos sus derechos de libertad horaria. Mientras esperaban que la madre recobrase la calma se fijaron en el amasijo de mantas, oportunidad que no dudó en aprovechar el señor padre para señalarlo como ejemplo del futuro que podrían esperar de proseguir con sus ansias de vida disoluta y descarriada. Recuperada la señora de Falaz del soponcio, reemprendieron marcha y discusión.

Sobre las tres y media de aquella madrugada, tres cooperantes de la “Fundación Víctimas de la S.G.A.E.”, hicieron una parada en la esquina de Valverde para vaciar el esfínter, a punto de rebosar tras una copiosa cena de hermandad en la que la ingesta de alcohol había alcanzado dimensiones épicas. Mientras competían en concurso por la cantidad y longitud de las meadas, advirtieron un cuerpo completamente sepultado bajo una maraña de trapos, y, como pudiera esperarse de tres jóvenes de espíritu solidario y altruista, corrieron hacia el presunto necesitado con la intención de darle auxilio. Sobre todo en una noche como aquella. Pero por más que agitaron, sacudieron y zarandearon, no pudieron sacar de aquello más que una serie de gruñidos, interpretados por el segundo clasificado, logopeda de profesión, como un “´Jame en pá, joé”, voluntad que acataron encantados de poder seguir la juerga sin complicaciones.

Ya amanecía cuando varios asistentes a la Kdada navideña del foro “Gótikos” llamaron al 112, al observar que las maniobras de reanimación que el conocido como WalPurgis ejercía sobre el cuerpo de una indigente que yacía en los soportales de Lefties, en la Gran Vía madrileña, no encontraban respuesta alguna.
Las únicas luces que brillaron en aquel amanecer fueron las de la UVI móvil que se desplazó al lugar de los hechos. La única melodía que se escuchó fue el ulular insistente de las sirenas de la policía. Los chicos de la Kdada y los trabajadores del servicio de limpiezas dieron en silencio el último y único adiós a Belén Pastor Reyes.
Aquella no fue una Feliz Navidad.



1 comentario:

  1. Qué maravilla de relato, Esther. Buena escritura, elegante ironía, para dejar al descubierto una cruel y dura realidad.

    Eres una escritora extraordinaria, no me cansare nunca de decírtelo. Tu forma de mirar te hace especial.

    Besos y un fuerte abrazo.

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