Él dormía en su mortaja de terracota.
Ella había cruzado el mundo sin saber que acudía a su llamada.
(Dicen que, atravesando las fronteras del espacio y el tiempo, hay almas se presienten, se buscan y, a veces, se encuentran.)
Ella no traspasó inmediatamente el umbral de la fosa número tres, sino que recostó su espalda contra el muro y esperó unos instantes: quería disfrutar de la sensación de plenitud que le proporcionaba estar a punto de alcanzar un sueño.
Él despertó instantáneamente y vio un rostro muy distinto a cualquiera de las mujeres que anteriormente había conocido. Despertó y tenía frente a sus párpados de barro unos ojos de mujer del color de un mar que nunca había contemplado. Despertó y pudo agarrarse a un hilo de araña que la mujer le tendía, desde el otro lado de su envoltura de arcilla, para no volver a caer en el abismo.
§ Me llamo Wang. Mi nombre significa Deseo de Esperanza.
§ Me llamo Esperanza.
(Dicen que cuando dos almas consiguen unirse, no hay lengua, ni signos, ni códigos que impidan el encuentro)
§ Fui guerrero del Emperador, caballero de su ejército; No hubo arquero tan veloz al galope, ni corazón tan leal.
§ Enseño a leer y a escribir a niños pequeños. Vivo cerca del mar, en una ciudad muy lejana llamada Murcia.
§ Queríamos reunir Todo Bajo El Cielo bajo el manto del Único Emperador.
§ Quería recorrer Todo Bajo El Cielo desde que, muy pequeña, leí a Marco Polo.
§ Aquel día caía una lluvia blanda. Los mongoles intentabas destruir la Muralla recién construida. Los cascos del caballo se atoraron en aquel lodazal...
§ Aquel día llovía furiosamente, sin piedad. En la autopista, los coches avanzaban despacio, apenas podíamos ver, sólo los destellos blancos de las luces de los faros.
§ Bajé del caballo. Puse la flecha y tensé el arco...
§ Había un atasco a la entrada de la ciudad. Cuando llegué a él, paré el motor y miré al asiento trasero, para ver si el niño seguía dormido...
§ Oí un zumbido como de miles de abejas. Después me cubrió un fogonazo de luz negra...
§ No me dio tiempo ni a gritar. Oí el frenazo y sentí un estruendo de metal que se me incrustaba en la espalda.
§ No tuve miedo.
§ Supe que mi hijo había muerto.
( Dicen que cuando dos almas se encuentran, son capaces de fundir el dolor y librarse del frío y del desierto)
§ Ahora puedo volver a dormir en paz, porque sé que puedes verme, Esperanza.
§ Ahora entiendo porqué ansiaba cruzar el mundo para conocerte, Wang.
(Dicen que cuando dos almas se conocen, más allá de las fronteras del tiempo y el espacio, todo empieza, quizá, a tener sentido)
Qué conmovedor, Esther...Sabiendo tu pasión por China, este relato es un regalo de los caballeros a tu visita ¿o es tuyo para ellos? ¿o es tuyo para todos nosotros?
ResponderEliminarBueno, es un lujo leerte, como siempre....