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miércoles, 26 de enero de 2011

LA EXPLOTACIÓN

¡Marchando una de Ciencia Ficción!
(O de Ciencia Afición)
Hay que experimentar con todos los registros, ¿verdad?

LA EXPLOTACIÓN
            Llevaba sin moverse dos números de onda, lo que era un pésimo síntoma en un ejemplar de su tamaño. Permanecía acurrucado sin abrir los ojos, sin que su posición permitiera revelar movimiento alguno. Las cámaras apenas recogían una tenue ondulación del pecho, por lo que podían suponer que seguía con vida.
            ― Habrá que sacrificarlo antes de lo previsto.
Granjero nivel 1 dirigió el visor hacia la columna vertebral del animal y realizó una inspección integral de su estado.
― Está sano.
― Mejor― le contestó Aprendiz B-5― No están los tiempos como para perder mercancía.
Un virus desconocido había terminado con la última Camada Superior, sin que ni Granjero nivel 1 ni el resto de responsables de la Explotación hubieran podido ni prevenirlo ni atajarlo. El espécimen que ahora agonizaba en su cubículo había sido el único superviviente de aquel desastre, por lo que, cuando sonaron las alarmas, todos pensaron en una recidiva letal. Sin embargo el resultado de las pruebas no daba margen para el error. Si estaba sano, su carne sería apta para el consumo y en la Ciudad pagarían una cantidad generosa por ella.
― Entonces…¿qué le ocurre, señor?― preguntó Aprendiz con la curiosidad auténtica de los vocacionales.
― No podría decirte, Aprendiz. A veces, al mirarlos, he llegado a pensar que, de alguna manera, ellos presienten que ha llegado su hora y se comportan de forma extraña, como si estuvieran desesperados o tristes. Fíjate en él, Aprendiz: Se está dejando morir. Y te pregunto ¿desde cuándo se muestra en este estado?
El Aprendiz se mostró orgulloso de poder responder a la pregunta sin dudar. Así Granjero nivel 1 comprobaría la responsabilidad y entrega con la que desempeñaba sus funciones.
― Desde hace dos números de onda, señor. Justo cuando murió el último infectado de su camada.
Granjero nivel 1 escuchó lo que él sabía de antemano. Nunca se había atrevido a expresar en voz alta las absurdas sospechas que le asaltaban, después de tantos paumes en la Explotación observando las rutinas y comportamientos de aquellos seres deformes que sólo criaba como negocio. ¿Por qué, entonces, tantas veces había supuesto que tenían capacidad de sentir, o incluso de comunicarse? No podía decirlo, le tomarían por loco y le enviarían a Extinción, pero…¿Cuántas veces había creído que esa misma bestia que ahora observaban le hacía gestos con la mirada fija en la cámara?, ¿en cuántas ocasiones había respondido él mismo a esas muecas moviendo la cámara del cubil, o incluso aumentando la dosis de alimento en la sonda?
― Avisaré a Matadero.
Esperaron fumando oxígeno. Granjero nivel 1 no podía apartar la mirada del visor. Aprendiz se empezó a impacientar, molesto con el silencio.
― Este ejemplar, Granjero…¿es macho o es hembra?
― Hace mucho que se suprimió el gen sexual en las Camadas Superiores, Aprendiz, deberías saberlo.
Por fin llegaron del Matadero. Las máquinas entraron en el cubil y sus largos brazos articulados levantaron sin esfuerzo al ejemplar, que no puso ninguna resistencia. Únicamente al llegar frente a la cámara, extendió con dificultad una de sus garras, como si quisiera rozarla.
Granjero nivel 1, claramente, pudo ver como de los ojos de la bestia brotaban hilos de agua. Atónito, no pudo evitar sentir cómo un nudo desconocido le apretaba por dentro.
― Y dígame, Granjero…¿Qué prefiere usted, la carne de los piel negra o la de los piel blanca?
Se volvió lentamente y sus palabras salieron estranguladas, tanto como el nudo de su interior:
― No como carne de humanos, Aprendiz.

miércoles, 19 de enero de 2011

OOP

En el Foro de Terra tenemos un espacio, El Tintero Virtual, en el que cada semana participamos en un concurso de relatos breves. El ganador propone el tema de la semana siguiente.
Mi amiga Azalea nos ha hecho escribir sobre "Objetos Perdidos".
Aquí va la particular Oficina de Objetos Perdidos (OPP) que he visitado:


OOP
            Buscó esa Oficina de Objetos Perdidos (a partir de ahora OOP) durante muchos años. Indagó en  bibliotecas olvidadas, fisgó en  archivos secretos, rebuscó entre  legajos y pergaminos. Esa OOP existía, tenía que existir. Siguió indicios y corazonadas, terminó  extraviado por lugares por  los que jamás se le  habría ocurrido pisar y se encontró con aventuras que nunca hubiera podido imaginar.
Pero fue en vano. Parecía que un dios travieso jugaba con él, que se entretenía en mover los hilos y hacer que vagara en una danza incomprensible, sólo por el placer que siente el  poderoso al crear desánimo y desconcierto en el corazón de los seres insignificantes.
Continuó, incansable, hasta que la casualidad (o la piedad, o el hartazgo del dios travieso) le ofreció en bandeja la pista definitiva. Fueron unas palabras cazadas al vuelo en una conversación ajena. Una fruslería, una nimiedad. Otra burla más, después de tantos años de esfuerzo y sacrificio.
― ¿ Com es diu Sant Cugat en castellá , nen?
 ―San Cucufato.
Apenas daba crédito a sus oídos. ¡Era tan fácil! San Cucufato era el mediador ante el Cielo de los despistados; era el Mathama de las cosas perdidas. ¿Dónde, sino en San Cugat del Vallés,  en el hogar de san Cucufato, podría hallarse la OOP que llevaba tiempo buscando?
Después todo fue muy sencillo. Tanto que sólo tuvo que mirar en las páginas amarillas para dar con la dirección. Un autobús urbano le dejó justo en la puerta principal, en los bajos de un vulgar edificio de oficinas. Sólo las siglas OOP, xerografiadas en el cristal traslúcido de la entrada, informaban sobre el cometido del local. Antes de empujar la puerta tomó aire. Sólo unos instantes le separaban del fin de su búsqueda. Había llegado, por fin, al final de su andadura.
Dentro sólo había una mujer joven, detrás del mostrador de información. Hacía sudokus.
―Sótano 1, oficina B, Atención al ciudadano ―le dijo, echándole una mirada desabrida.
―Pero…
― Sótano 1, oficina B, Atención al ciudadano y buenos días― repitió, esta vez sin dignarse a levantar la vista del sudoku.
Bajó por las escaleras y llegó a una sala grande, repleta de personas de toda edad y condición, tan variopinta como un catálogo de disfraces para carnaval. Se acercó a un señor antiguo de edad indefinida y ojos saltones, con el aspecto y el bigote de aquellos hombres que aparecían en los anuncios de linimento a principios del siglo XX.
― ¿Es usted el último?
― Mais oui, Monsieur.
Todos los asientos estaban ocupados. Se fijó en dos niñas gemelas con coletas acompañadas de un perrito faldero que iba pasando de los brazos de una a los de la otra. También en un numeroso grupo de personas que parecían desorientadas. Algunas estaban magulladas, otras presentaban un aspecto desaliñado, con las ropas hechas jirones.
Se abrió la puerta de “Atención al Cliente”. Por ella salieron dos figuras con terno gris, bombín y el rostro cubierto por una inexpresiva máscara blanca. Una llevaba en la mano lo que parecía un listado. Miraba a los allí presentes y consultaba su papel. Susurró algo a la otra figura, que acercó su boca al gramófono:
―Las señoritas y el perro, por favor.
Las niñas se aproximaron. Se hizo el silencio:
― ¿Dónde están las llaves?― Le preguntaron al unísono al de la lista.
― ¿Sus nombres, por favor?
―Matarile Rilerile― contestó y señalando a sus acompañantes, continuó― Matarile Rilerón, y el perrito Chimpón.
― Pueden pasar.
El del megáfono se dirigió entonces al grupo de gente desorientada:
―Atención, atención, señores viajeros del vuelo 815 de Oceanic Airlines. Lamentamos informarles de que en esta OOP no es posible atender su petición. Les rogamos se dirijan, preferentemente, a las oficinas de la Compañía Dharma.
Sólo quedaron el atildado señor antiguo y él. Todavía tuvieron que esperar más de media hora para que aquellos misteriosos seres volvieran a asomar, con su listado y su megáfono:
― Monsieur Marcel Proust, s´il vous plait…
Marcel Proust entró por la puerta y unos instantes más tarde volvía a salir, con una madalena en la mano. Le pareció que de debajo de su bigote salía un ¡merde! apenas audible.
Pronto sería su turno. Se quitó el sombrero para limpiar el sudor que el nerviosismo había hecho aflorar en su frente. Espero una eternidad, o al menos así le parecieron los escasos instantes en los que el tiempo real se dignó en hacer correr el minutero de su reloj de bolsillo.
Al fin salieron. No esperó a escuchar su nombre. ¿Para qué más demora?
A su espalda escuchó una barahúnda bajando por las escaleras y el rugido de una moto que frenaba: un niño maravilloso vestido con hojas de árboles capitaneaba un tropel de chavalillos que no paraban de jugar con espadas de madera. La moto iba montada por una exuberante rubia que, después de lucir melena, se bajó la cremallera de su mono de cuero hasta el punto justo.
― Ya está aquí la pesada que busca a Jacqs, José Vicente― le dijo el de la lista al del megáfono― Señorita, por favor, guarde su turno, que le toca al señor del látigo.
Había llegado el momento:
― Me llamo Indiana Jones y busco el Arca Perdida.
Y cruzó la puerta.






lunes, 17 de enero de 2011

De esta entrada hacia abajo...

He subido los relatos que he escrito desde Septiembre hasta ahora.
Poco a poco voy a ir colocando los otros, los de años anteriores.
Me joroba sobremanera no tener acceso al blog primigenio, el blog padre, el que llevé desde el 2005 al 2009.
Os dejo el link, en él también podréis leer más cuentecillos de los mios.

http://apadrinacapullo.blogspot.com

domingo, 16 de enero de 2011

EL CABALLERO DEL BOSQUE


En pocos segundos se colocaron en fila, esperando la señal para salir al campo. La tensión había espesado el aire del vestuario y condensado un silencio solemne en el que se ahogaron los gritos de ánimo, las bromas y las arengas. Desde que empezó el campeonato, con el ingenio de unos y de otros, los muchachos habían inventado una especie de ceremonia destinada a conjurar la buena fortuna. Él, que durante toda su vida había sostenido que la mayor suerte es un trabajo bien hecho, comprendía que los jugadores, tan jóvenes, necesitaran sus rituales. Además así se hacía equipo, y de eso se trataba.
     Ahora, en la fila, a unos segundos de la hora de la verdad, les veía ensimismados, lidiando con la presión cada cual a su manera: Algunos botaban sobre uno u otro pie o se aferraban a la medalla que colgaba del cuello. Otros musitaban, quizá oraciones, con la vista baja. El capitán, impertérrito, miraba al frente, a la escalera que pronto subirían, con los tendones del cuello tirantes, como las bridas de un caballo que le empujara hacia el terreno de juego.
     Se alegró de que desde allí no se oyeran los bramidos de la afición que llenaba el estadio ni aquellas vuvuzelas del demonio. Siempre había odiado que ese estallido de pasiones masivas se filtrara hasta el vestuario, corrompiendo la concentración previa al momento de salir al campo, cuando uno necesita sentirse dentro del cuerpo y regir los músculos y los nervios...cuando uno toma consciencia de que el anhelo de muchas almas reside en la punta de sus botas.
     El recuerdo de un incidente de su época de alevín le estalló en la mente como un rayo en mitad de una tormenta: era un torneo de verano, en el pueblo de al lado, el de los enemigos. Se sentía fuerte, casi invencible, él y los demás chicos, que habían fanfarroneado lo indecible con que ese año les arrebatarían la copa. Todos lo daban por hecho. Pero, cuando ya estaban dispuestos para salir a aquella era mal llamada campo de fútbol, unos arrapiezos del lugar, azuzados por otros gañanes de mayor edad, comenzaron a insultarlos con tal saña, maldad y precisión, que tanto él como los demás se abalanzaron sobre ellos y aquello terminó con una pelea general en la que elodio atávico entyre los dos pueblos se impuso sobre el fútbol. Cuando llegó a su casa, magullado y vencido, su padre le echó una monumental reprimenda. “Un hombre sabe lo que quiere y va a por ello de frente, sin dejar que la envidia y la mala fe de otros le ganen la partida”
     Aquello se le había quedado grabado en el alma. En un mundo como el del fútbol, y más en los tiempos que ahora le había tocado vivir, eran el dinero y el espectáculo los que habían ganado la partida. Por eso, a pesar de todo y a pesar de muchos, él y los muchachos que estaban en fila, esperando la señal, habían decidido salir al estadio a jugar al fútbol. Siendo equipo. Jugar para que la gente disfrutara con una buena estrategia, con un buen pase, con un regate. Con un gol.
     Jugar limpio, jugar unidos. Conocer y aprovechar lo mejor de cada uno. Luchar y sufrir con la cabeza alta. Y ojalá, ojalá, ver cumplido el anhelo de tantos, algo que parecía muy lejano, casi inalcanzable, cuando el avión aterrizó en Sudáfrica.
     Y luego estaba Álvaro, claro, que le había recordado veinte veces la promesa que le había hecho antes de partir. Sólo por él, por darle esa inmensa alegría , por verle subido en el autobús y rodeado de sus ídolos, había merecido la pena el camino andado.
     Cumplir los sueños de otros...de su hijo, del equipo, del país entero, de tantos y tantos...cumplir su propio sueño, el que le había acompañado toda su vida, tocar el cielo, ganar para España el Mundial de fútbol...
     Sonó la señal y Vicente interrumpió sus cavilaciones, se santiguó y subió la escalera tras el último de los muchachos.
     Como un caballero antes de la batalla final.

XI´AN


Él dormía en su mortaja de terracota.
Ella había cruzado el mundo sin saber que acudía a su llamada.

(Dicen que, atravesando las fronteras del espacio y el tiempo, hay almas se presienten, se buscan y, a veces, se encuentran.)

Ella no traspasó inmediatamente el umbral de la fosa número tres, sino que recostó su espalda contra el muro y esperó unos instantes: quería disfrutar de la sensación de plenitud que le proporcionaba estar a punto de alcanzar un sueño.
Él despertó instantáneamente y vio un rostro muy distinto a cualquiera de las mujeres que anteriormente había conocido. Despertó y tenía frente a sus párpados de barro unos ojos de mujer del color de un mar que nunca había contemplado. Despertó y pudo agarrarse a un hilo de araña que la mujer le tendía, desde el otro lado de su envoltura de arcilla, para no volver a caer en el abismo.
§  Me llamo Wang. Mi nombre significa Deseo de Esperanza.
§  Me llamo Esperanza.

(Dicen que cuando dos almas consiguen unirse, no hay lengua, ni signos, ni códigos que impidan el encuentro)

§  Fui guerrero del Emperador, caballero de su ejército; No hubo arquero tan veloz al galope, ni corazón tan leal.
§  Enseño a leer y a escribir a niños pequeños. Vivo cerca del mar, en una ciudad muy lejana llamada Murcia.
§  Queríamos reunir Todo Bajo El Cielo bajo el manto del Único Emperador.
§  Quería recorrer Todo Bajo El Cielo desde que, muy pequeña, leí a Marco Polo.
§  Aquel día caía una lluvia blanda. Los mongoles intentabas destruir la Muralla recién construida. Los cascos del caballo se atoraron en aquel lodazal...
§  Aquel día llovía furiosamente, sin piedad. En la autopista, los coches avanzaban despacio, apenas podíamos ver, sólo los destellos blancos de las luces de los faros.
§  Bajé del caballo. Puse la flecha y tensé el arco...
§  Había un atasco a la entrada de la ciudad. Cuando llegué a él, paré el motor y miré al asiento trasero, para ver si el niño seguía dormido...
§  Oí un zumbido como de miles de abejas. Después me cubrió un fogonazo de luz negra...
§  No me dio tiempo ni a gritar. Oí el frenazo y sentí un estruendo de metal que se me incrustaba en la espalda.
§  No tuve miedo.
§  Supe que mi hijo había muerto.
( Dicen que cuando dos almas se encuentran, son capaces de fundir el dolor y librarse del frío y del desierto)

§  Ahora puedo volver a dormir en paz, porque sé que puedes verme, Esperanza.
§  Ahora entiendo porqué ansiaba cruzar el mundo para conocerte, Wang.

(Dicen que cuando dos almas se conocen, más allá de las fronteras del tiempo y el espacio, todo empieza, quizá, a tener sentido)