I don´t like Mondays
“No me gustan los lunes” chillaba la pantalla del ordenador
encendido, letras rojas, palpitantes sobre el fondo azul del cielo artificial
de Windows XP.
Ella solo había pedido un móvil nuevo. Solamente eso. Era su
cumpleaños, sus dieciséis años recién estrenados, sin rozaduras, arañazos, golpes,
ni huellas indelebles de dedos de otros. Como su viejo teléfono pasado de moda
del que todos se reían en el instituto.
Sólo había pedido un móvil para su cumpleaños. Sólo deseaba
eso.
Pero su padre le había regalado un rifle.
“Te estás haciendo mayor y tienes que aprender a
defenderte”.
“No me gustan los lunes” escribió con letras de sangre en el
cielo de mentira de Windows XP. Cogió el rifle y se fue andando al Instituto.
No miró hacia arriba, hacia el cielo azul de junio. Tampoco
miró a las madres despidiendo a sus hijos en la parada del autobús, ni vio la
alegría del reencuentro en los compañeros en el patio tras el fin de semana.
Hay gente a la que le gusta contar lo que han hecho durante
el sábado y el domingo. A ellos, a los que tienen amigos, sí les gustan los
lunes.
A ella no. A ella, el lunes escrito con letras de sangre le
palpitaba poderoso, abriéndose paso dentro, anegando su mente, disparando sobre
algún buen recuerdo, alguna canción, algún juego, algún amigo que sí llegó a
tener. Reventándolos.
Sólo tenía dieciséis años.
Llenos de lunes.
En el fondo del bolsillo parpadeaba su viejo móvil, quizá la
pantalla iluminaba el nombre de la chica rubia que la miró atónita cuando ella
le apuntó con el rifle.
O el de cualquiera de las espaldas a las que disparó.
Su viejo móvil almacenaba el número de muchos chicos guapos
que nunca la llamaron. Alguno de ellos yacía a sus pies, ya sin rostro.
Otros gritaban su nombre. Por primera vez…
Escuchó de lejos el grito de su padre y le imaginó diciendo
a la policía: “Se estaba haciendo mayor. Yo sólo quería que aprendiera a
defenderse”
Entonces el lunes dejó de galopar por sus sienes y miró a su
alrededor.
Comprobó que sólo quedaba una bala en el rifle nuevo y pensó
que había elegido el mejor día para morir.
Así debería ser un cuento, un mazazo en el alma. Y de sobra que lo consigues, vaya.
ResponderEliminarYo pensaba que el peor día de la semana era el domingo, pero sugieres muy bien por qué para esta adolescente el peor día es el lunes.
Por cierto, a ver qué juguetes les regalamos a nuestros hijos. ¿Estamos tontos o qué?
Un abrazo.
Qué grande eres, mari, cómo metes al lector en la mente de la protagonista, cómo describes lo que pasa por esa cabeza.
ResponderEliminarPeazo relato. De antología.
Un abrazo muy grande.