EL QUE FUMA, EL RESENTIDO Y EL OTRO
—Le reitero que ahora resultaría imposible. No estamos en el Antiguo
Régimen.
—Cierto. Entonces fue más fácil: el hambre saca la furia a la calle. Pero
permítame recordarle que quienes se atrevieron a formular la propuesta
fueron tachados de idealistas y agoreros…
—Señores, por favor, que la audacia del experimento no nos aparte del rigor
que se nos supone— terció el que fumaba, desde la penumbra rincón más alejado
de la mesa de café— Dejemos a los Capeto en el pudridero y vayamos avanzando…
—Es más. Incluso pongo sobre la mesa un plazo. Cinco años.
El otro abandonó la confortable madriguera de su sillón chippendale y
avanzó el torso hacia su interlocutor, desafiante.
—Creo, caballero, que es momento para recordarle el fiasco de las Torres
Gemelas. Entonces también se atrevió a vaticinar tiempo y, sin embargo, erró en
la mayoría de las previsiones.
—No es el caso. Entonces no contemplé con parámetros adecuados el riesgo
que comporta la labilidad propia de la conducta del ser humano.
—Y sobre todo, reconózcalo, cierto desconocimiento de lo que es el
intríngulis de lo musulmán. Y recalco lo de “cierto” de manera misericorde,
porque mi natural elegancia me impide hacer leña del árbol caído.
El hombre dirigió una mirada furibunda al rincón desde el que apostillaba,
no sin razón, el que fumaba. Si quería persuadir a los demás de los beneficios
de tan arriesgado experimento debía usar todas las artimañas con audacia y
convicción. A su favor, el peligro, la audacia, la aventura, la diversión… En
su contra, unos cuantos encontronazos con la historia.
El otro volvió a repantigarse en el sillón y cruzó los dedos bajo su
barbilla. Meditaba.
—Cinco años para acabar con la clase media y al sexto el estallido social…
hum… Le ruego que exponga los distintos postulados de tan intrépido plan.
—Faltaría más: sostengo que, aplicando las medidas oportunas, podemos
conseguir que las sociedades del sur de Europa fagociten su clase media, esa
que ha crecido en condiciones sumamente favorables, con altos niveles de
cultura, derechos y bienestar. Además propiciaríamos un reparto no equitativo
de la riqueza, ya saben, saquearíamos a los pobres para darles todo su capital
a los ricos y de postre —perdónenme por la expresión— les tocamos las narices
corrompiendo las instituciones.
—¿Cómo?
—Con dinero, como de costumbre. Lo que no falla…
El que fumaba se acercó a la mesa de café. Cuando vio sus ojos brillantes,
supo que había ganado la partida.
—Permítame una pregunta. ¿Mantiene el plazo de cinco años antes de la
revuelta social?
Se la jugó. Echó mano de su hipócrita condición para permitirles una
pequeña victoria pírrica. Costaba tan poco y tenía tanta necesidad de
reparación…
—Después de Torres Gemelas, quisiera ser más cauteloso. Quien dice cinco,
dice seis o siete… en ningún caso diez, ya verán.
—Otra cuestión: ¿Por qué el sur de Europa?
—Porque tienen sol y con eso provocan la envidia de los demás.
—¿Y en base a qué premisas podrá mantener alejada de la violencia a los
sujetos de experimento? Lo digo por si es posible temporizar con más exactitud
las diversas fases.
El otro siempre puntilloso. El caso era poner pegas y sacar defectos. Le
contestó con todo el sarcasmo que se merecía.
—Con la Estupefacción y el Miedo, por supuesto.
“Toma Goebbels” pensó. Al fin y al cabo él no era el único que había
fracasado en alguna ocasión.
El que fumaba asintió complacido.
—¿Qué recursos necesitaría?
—En principio, un ejército de zombies en los más altos estratos del poder.
—¡Resucitemos a la
Thatcher, sí sí, sí!
Había conseguido despertar
el entusiasmo en el otro. Era tan previsible…
—Cierto, cierto. Una mujer
en Alemania. Buena idea.
—Y en los demás países los
más tontos de la zombietud.
—¡Es genial! ¿Podemos
poner unos cuantos mamporreros también?
—De acuerdo. Y salpicarlo
con unas miles de mamandurrias por kilómetro cuadrado…
—¡Veréis cuando les
quitemos las casas, la educación y la sanidad!
—¡Y cuando les digan que
si no tienen para pan que coman pasteles!
—Eso ya lo dijo María
Antonieta
—¡Que les corten la
cabeza!
—¡Y que se hagan ilusiones
con la Justicia y cuando crean que la tienen ahí…!
Le preocupaba
especialmente España. ¿Y si esos españoles de sangre caliente le fastidiaban el
experimento? Cinco años aguantando eran quizá demasiados para los hijos de
Viriato, pastor lusitano.
—Un momento, señores.
Aplacemos la ilusión porque quizá tengan que permitirme un recurso adicional
para la sinpar España, que tienen un pronto muy malo.
—¿Para dispersar la
atención y el raciocinio?
—Ello.
—Nada más sencillo: Un
extra de fútbol.
Suspiró con alivio. Ya
todo estaba atado y bien atado.
—Entonces, caballeros,
comencemos sin más dilación: Procedamos a la caída de Lehman Brothers
Lo que insinúas, Esther, puede ser perfectamente la realidad, es decir, que algunos manejen los hilos de esta crisis económica con el fin de enriquecerse.
ResponderEliminarFíjate lo que te digo, a mí el fútbol siempre me pareció cosa de experimento, de magia negra y de vudú. Pero qué felices son los domingos apocalípticos.
Un abrazo.
Estoy segura que existen quienes quitan y ponen, dictan y ordenan. Puede que sean alguna logia, club o que sean alienígenas que vienen en vainas.
EliminarY nosotros cada vez más zombies...
Ains.
Anda... ¿Y cómo es posible que no conociera tu blog ni lo tenga enlazado? Nada, nada, corriendo a subsanar el error... :)
ResponderEliminarOye, hedbana, me tienes que enseñar a enlazar los blogs, que llevo trasteando en blogger y no sé. Por algo eres tú la hedbana lista...
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