CÓMO FABRICAR UN MILAGRO
(Basado en hechos reales)
Los ánimos estaban tan hundidos como pronto lo estarían los residuos radiactivos en la Mina Baja.
Lo que fue un rumor ya se había convertido en noticia: maquinaria del Ministerio estaba allanando el camino hacia los Berrocales. Trabajaban deprisa, de noche, con sus propios operarios.
―Habría que irle a dar a la alcaldesa en las narices, con tanto que se le ha llenado la boca de que iban a traer trabajo a la comarca.
El que así hablaba era Jonás “El Chata”, concejal de la oposición. Nadie se había dignado a comunicarle que, a pesar de los dos años de lucha, el Cementerio Nuclear se instalaría en la Mina Baja.
Los demás asintieron. Habían convocado la reunión con carácter de urgencia, aun cuando las vacaciones de Semana Santa habían alejado del pueblo a Tomás y Carmela, los maestros, que habían regresado a la carrera para ver, con sus propios ojos, la rapidez con la que se precipitaban los acontecimientos. También se hallaba, en la trastienda de la farmacia, Luis Morientes, el coordinador de las organizaciones ecologistas que habían dirigido la lucha; D. Floro, el boticario y varios vecinos del pueblo. Habían esperado a los de Lucillos y La Alquería, los pueblos limítrofes, pero al final no habían comparecido.
―Estarán de procesiones.
― O les habrán terminado de convencer con lo del trabajo fijo y bien pagado…
― Pues la situación es la que es― terció Luis Morientes― Queda demostrado lo que os venía diciendo: que al final las decisiones se toman al margen de los vecinos, de forma oscura, aplicando la política de hechos consumados.
―No nos queda nada por hacer.
―Es un sí o sí.
―No tenemos apoyo de nadie, reconocedlo.
―Haría falta un milagro para evitarlo.
De repente la cara de Carmela se iluminó:
―¡Eso es! ¡Un milagro!
Todos los ojos se volvieron hacia ella.
―Escuchad, es sólo una idea que se me acaba de ocurrir, a la desesperada. Voy a pensar en alto y vosotros interrumpidme lo que queráis. Quizá entre todos…Veréis: vamos a crear un milagro en la Mina Baja. Algo como lo de El Escorial, algo oportuno. Un milagro humilde, sin mucha alharaca. Facilito y rápido.
― ¿Cómo que se aparezca la Virgen?―indicó Tomás.
― No en plan Lourdes o Fátima, que requiere mucho atrezzo. En lugar de en carne mortal…
― Una imagen―dijo D. Floro, con los ojos iluminados por la idea― una estatuilla, tallada con el mismo granito de la Mina Baja…
― Pero, compañeros, por favor… ¡estáis perdiendo el norte!― Luis Morientes no daba crédito a lo que estaba oyendo.
―Pero… ¿cómo lograr que alguien la encuentre? A la Mina Baja solo van los jabalíes, no las beatas. Tampoco creo que el señor cura…
― Jonás, el cura también espera que un milagro le llene la iglesia y el cepillo― D. Floro, ateo confeso, estaba disfrutando como nunca.
― ¡Ya está!― exclamó Carmela― ¡que la encuentre nuestra niña, como Bernadette!
― Pero ¡si la niña no está ni bautizada, Carmela!
― Pues más milagro todavía, leñe, Tomás, que no pones más que pegas.
― ¿De dónde nos sacamos la imagen?
―De tu primo José Ángel, el que lleva la Escuela Taller de cantería.
―Espera que le llamo…
Luis Morientes miraba atónito la actividad generada en la trastienda de la farmacia mientras pensaba cómo iba a arreglárserlas para explicar semejante despróposito en la reunión de la Coordinadora. Iba a quedar fatal.
D. Floro le puso una mano en el hombro:
―Mira, chaval…a veces el fin justifica los medios. Ni tú ni yo, ni los maestros ni nadie, quiere un Cementerio Nuclear en la puerta de su casa, por mucho que ahora lo llamen Almacén Geológico Profundo. Tienes que abrir tu corazón y creer que, cuando todo está perdido, siempre puede aparecer un milagro. O un fenómeno paranormal. Y si no…pues ya ves, nos lo fabricamos. ¿Tú has oído hablar de San Isidro Labrador, verdad?
― Sí, claro.
― Fíjate el chollo: unos ángeles le hacían el trabajo mientras él rezaba.
― No, si ya…
― O un santo de mi pueblo, que se fue de su casa a por tabaco y volvió veinte años más tarde diciendo que se había quedado dormido a la puerta de una iglesia.
― ¿Y coló?
― ¿No te digo que le hicieron santo?
―Si se ve cada cosa…Pero, vamos a ver, D. Floro… ¿no habría quedado más propio un avistamiento OVNI, por ejemplo?
―No creas. Los santos milagros llevan siglos demostrando eficacia. Aparte de que con los marcianos existe un peligro añadido: que se nos llene el pueblo de televisiones y de frikis.
Jonás el Chata, interrumpió la conversación:
― Tirad para mi casa, que lo vamos a celebrar la idea con unas torrijas y un ligeruelo que tengo guardado para las ocasiones… ¡que no todos los días se fabrica un milagro, hombre ya!
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