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miércoles, 18 de enero de 2012

HISTORIAS DE LA PUTA CRISIS 3: EMPRENDEDORAS

HISTORIAS DE LA PUTA CRISIS 3
EMPRENDEDORAS
    “Las tres últimas nóminas, la declaración de la renta y un recibo de la luz”
Llevo escuchando esta bonita frase quince días, desde que empecé mi particular viacrucis por los bancos. Desde que accedí a quemar las últimas naves antes de dejarme ir a la deriva. Desde que Bea, la de las grandes ideas, me convenció para que le acompañara en el penúltimo viaje a la Cólquida:
    ―Che, linda, podríamos hacerle caso a estos del gobierno y hacernos emprendedoras. Total, no perdemos nada, ¿no creés?
    Tres días más tarde nos explicó su genial idea. Laura palmoteó de entusiasmo. Enrique efectuó un leve encogimiento de hombros que, traducido al lenguaje común significaba “¿y por qué no?  Y yo…¡ay! Aquella misma mañana me había encontrado  “OM SHANTI. Ecocentro de Terapias Alternativas” con los cierres echados y un cartel de “Se alquila” pegado con esparadrapo en la puerta. Me debían 300 euros. Lo que me correspondía por dos meses masajeando pies al módico precio de 3 euros, 1´50 por pinrel. En negro. Es lógico que me encontrara noqueada, como si el cartel de “Se alquila” se hubiera transformado en el puño de Urtain y me hubiera cascado la nariz. Con ese estado de ánimo poca lucidez me quedaba para tomar decisiones, así que opté por seguir al rebaño y dije que bien, que bueno, que vale.
    Bea lo tenía todo bien pergeñado: en la primera fase había asignado a cada cual su tarea y unos objetivos que cumplir. Un buen reparto de funciones, basado en las capacidades y peculiaridades propias de nuestra idiosincrasia y experiencia en esta vida. A mí, Eating Brown, me adjudicaron un traje de chaqueta y la misión de encontrar asesoría y subvención para la Genial Idea. ¿Por qué? Muy sencillo: porque los Reyes me habían traído el abono transporte y tenía que recorrer la ciudad de punta a punta.
    Realmente, en Madrid, el que no emprende es porque no quiere. No tiene más que acercarse por las oficinas habilitadas al efecto para que nosotros, los emprendedores, levantemos España. Sales de ellas rebosante de gozo y esperanza, folletos de colorinchis, direcciones postales y electrónicas y teléfonos de personas humanas y virtuales cuyo compromiso y palabrita de boy scout es ayudarte a crear empresa. Y tal. El “pero”, claro está, es el de siempre: que primero te busques tú la financiación y luego ya, si eso, te ayudan. Para eso hay tropecientos millones esperándote .Para ti, que eres PYME. Pero luego ya, si eso…
    Reconozco que no es lo mismo peregrinar de banco en banco en soledad que en compañía de Bea. Estoy convencida de que, años atrás, los directores de las sucursales que hemos visitado, sembrarían nuestro paso con pétalos de rosa y cargarían con nuestro maletín, que contendría los papeles con el préstamo concedido y firmado, para que no nos herniáramos. Porque Bea, con su hipnótico y seductor discurso porteño, consigue vender cubitos de hielo a los esquimales. ¡Dios mío, qué labia!
    ―Bueno, bueno…―suele decir el director del banco―Desde luego, hay que reconocer que la idea es de lo más novedoso.
    ― ¡Desde luego! Usted, como profesional que es, ya sabe que en tiempo de crisis la gente desea divertirse, una evasión, olvidar los momentos difíciles, la falta de laburo…
    Mira que le tengo dicho que la palabra “laburo” choca demasiado si no se es adicto a las películas de Campanella…
    ―Y después tenga en cuenta nuestro mejor activo: el humano. Porque, sin duda, aunque no….quizá es usted demasiado joven…bien, quizá recuerde a Laura Pérez-Ojeda, ¿no?...Okey, ya sabía yo que usted no era tan… ¡no me diga!, ¿esa edad? ¡me está usted trampeando! ¡oh, seguro! Sólo que si yo le digo el título de una serie…”Al salir de cañas” y un personaje, Cayetana…sí, efectivamente, la mina que muere al caer de un toro mecánico. Trágico, sí…¡Laura, la actriz que interpretaba a Cayetana es nuestra socia! Pero es que luego contamos con aquí, la otra socia, María del Rosario Salmerón, como guionista…
    Mira que le tengo dicho que odio que me llamen María del Rosario. Y aún más que me tomen por guionista.
    Así que cuando les cuenta que organizamos bromas para despedidas de soltero, soltera, divorcios, jubilaciones, cenas de empresa, quintos, celebraciones deportivas, beatificaciones, bodas, bautizos y comuniones, los señores directores asienten complacidos y con un ligero hilillo de baba. Si en lugar de señores directores nos encontráramos con señoras directoras, estoy segura de que el efecto sería similar, porque Bea es, ante todo, una experta embaucadora, pero sin suerte. Porque después llega el momento de negociar el préstamo, conversación que no se sabe cómo empieza pero sí cómo termina:
    ― Me traéis las tres últimas nóminas, la declaración de la renta y un recibo de la luz.
    Y se quedan con un dossier llamado “Plan de viabilidad” encuadernado con gusto exquisito y que me he inventado de cabo a rabo con la inestimable ayuda de una amable asesora del portal de “Emprendedores de Madrid”.
    Hasta luego, cocodrilo.
    Así que nos hemos dado a la economía sumergida. Por ir tanteando el mercado. En estos momentos nos encontramos en cierto pueblo manchego. En el pub “Goyo´s”. Nuestra empresa ha debutado en la despedida de soltero de Germán “Rallao”, o “Rayao”, que tanto monta. Laura ha interpretado honrosamente el papel de gitana embarazada con los genes del rayo o de la raya; ha irrumpido en la juerga como una ola y ha montado la de Cristo. Lo ha dado todo, como Meryl Streep haciendo de la Thatcher. En el guión constaba que se acompañaría de padre, hermanos y primos exigiendo reparación del honor perdido según las leyes gitanas, pero a los amigos del novio no les daba el dinero para figurantes. Una pena, hubiera quedado mucho más verosímil. Hemos ganado 120 euros limpios, lo que siendo “en negro” no deja de resultar paradójico;  nos han pagado el transporte y tenemos barra libre, bien aprovechada por mi parte.
    He quemado las naves y me he dejado ir a la deriva. Me veo reflejada en el espejo, acodada a la barra, sin fuerzas ni para subirme al roñoso taburete de skai y con un cubata de garrafón en la mano. Tengo que darme tinte en las raíces.
    Laura, sin embargo, está radiante, rodeada de tiones, disfrutando de su éxito. La oigo reír mientras viene hacia mí.
    ― Ese tío no te quita ojo, Charo.
    Miro a mi derecha y le veo. No está mal, algo joven quizá. Me invade un ataque de pereza al pensar en el juego de seducción que tanto me gustaba en el Pleisatoceno, antes de que Mario llegara y se fuese.
    ―Charo, hostias, permítetelo. ¿Cuánto hace que no…?
    ―Laura, ahora no. Déjalo, anda, y ve a divertirte otro rato.
    Ella no se enfada por la bordería. Ella es buena; es genial, pero, en cuestiones de amores, no puedo dejarme aconsejar por la mujer que fue capaz de dejar a un hombre por otro sólo porque el segundo vivía en el mismo descansillo que ella y de esa manera no se gastaba nada en transporte para el revolcón.
    El chico no está mal, nada mal. Empiezo a dudar. El tío me sonríe. Yo le contesto con algo, no sé si la mueca que entreveo en el espejo puede ser interpretada como sonrisa. Él baja de su taburete, toma su copa y se acerca. Yo me acuerdo de Mario y su encanto italiano. Y de las veces que le robaron la cartera a principio de mes. Y de los viajes que nos hicimos y que yo pagué, encantada y ciega; Y de la ropa de marca que le regalé…
    ―Hola― me dice el chico. Y un surtidor de feromonas me empapa por entero.
    Pero reacciono:
    ― ¿Hola?...¡Cómo que hola! A ver: las tres últimas nóminas, la declaración de la renta y un recibo de la luz.
    De todo se aprende.

Los trucos de Bea para los tiempos de crisis:
No te compliques la existencia dejándote un presupuesto en la pescadería. De la gamba… ¡hasta los nadares! Jamás, repito ¡jamás! tires las cabezas de las gambas, aunque sean congeladas. Hiérvelas bien, mucho, todo lo que puedas. Varias veces. Ve colando el caldo y echa un buen chorro de vino blanco (por supuesto de Tetra Brik). Deja reducir lo que puedas, por ejemplo hasta poder llenar una bolsa de las de hacer cubitos. Como hemos dicho que vamos a aprovechar todo, aprovechamos (valga la rebuznancia) el verbo “reducir” y llamamos a nuestro brebaje “Reducción de marisco al Savin”. Metemos la bolsa al congelador y, cuando necesitemos una esencia de mar para engañar, por ejemplo, a una paella o a un fumé, lo sacamos, pero de uno en uno.
    Los bigotes de la gamba, dispuestos con elegancia, son un originalísimo elemento decorador.
De nada.


   

   
   
   

martes, 10 de enero de 2012

ANGEL_ GUARD 0.6.66

ANGEL_ GUARD  0.6.66
    Dos días después de que Adela me abandonara, estuve a punto de morir en el metro de Madrid, estación de Acacias.
Quizá - quién puede saberlo- empujado por algún viajero impaciente, mi pie derecho calculó mal la distancia, o quizá se despistó- no fui consciente, absorto en mi propio dolor, herido por la traición de Adela- pero el caso es que en cuestión de un instante me vi con la pierna derecha encajada entre el vagón y el andén, como si la suela del zapato no hubiera podido resistir la tentación de bajar a fisgar lo que se cocía en las vías. Recuerdo escuchar el pitido insistente y gritos a mi alrededor. Lo recuerdo como se recuerdan los sueños porque aquel día -el segundo desde que Adela me dejara solo, enfermo y desesperado- yo no estaba, como decía mi difunta abuela, “en mi ser”. Por instinto roté mi cadera, liberando lo que es la rótula del reborde interior del andén. Sé que, simultáneamente, alguien tiró de mí, agarrándome de las axilas e izándome con singular destreza. El caso es que emergí ileso y entonces –y ahí viene la esencia y el porqué de tan larga digresión- alguien dijo: “Tiene usted un ángel de la guarda”.
En aquel momento no di mucha importancia a la frase, sumido como estaba en el terror, la ira contra el destino y la tristeza por la marcha de Adela. Uno no ha sido nunca de creer en fenómenos paranormales, aunque estén bendecidos por el imaginario popular y religioso, pero, de regreso a casa –misma línea, misma estación- de repente escuché una voz que me decía:
    “Atención. Estación en curva. Al salir, tengan cuidado de no introducir el pie entre coche y andén”
    Y fue entonces cuando una tímida luz se encendió en mi interior, como los llaveros con linterna en el fondo del maletín y comencé a creer que alguien, quizá Adela -de forma inconsciente, claro- quizá mi difunta abuela, me había enviado una presencia benéfica para que me protegiera. Que falta me hacía.
    Un ángel de la guarda con una sugerente voz de mujer.
    En casa intenté relajarme y tratar de encontrar una explicación racional al asunto - tal como me indicaba la doctora Olmos- analizando cada detalle, sin dejarme arrastrar por el agujero que me succionaba la razón de vez en cuando. Sin embargo, la sensación de prodigio seguía latiendo con fuerza, tanto –o más- que cuando me enamoré de Adela. ¡Ay, Adela, Adela, siempre Adela! Evocarla me hizo correr hacia el teléfono, como cada vez que tenía que salir de casa – ya saben…compras, trabajo, algún trámite…- invadido por el terror a que ella me llamara y no me encontrara. Esperé a que saltara el contestador, como siempre. Pero esta vez escuché, como un bálsamo – y obsérvense las mayúsculas que llegan-  la Voz de mi Ángel de la guarda:
    “El servicio de contestador le informa de que no tiene mensajes”
    “Tiene razón”-pensé- “No tengo mensajes. No voy a tenerlos. Adela no volverá a llamarme. Adela no volverá”
    Y agradecí a mi Ángel de la Guarda –ya con mayúsculas las dos- que me hubiera ayudado a poner, como solía decir mi difunta abuela, “los pies en la tierra”. Ya estaba bien de tanta Adela. Total, nunca había creído en mí. Ni siquiera cuando puse ante ella las pruebas empíricas que avalaban mi teoría sobre la conexión entre la tecnología de los “abrefáciles” y la industria de la “tirita” y los esparadrapos. Me miró cómo si yo me hubiera vuelto…en fin, mejor dejarlo.
    Desde entonces, la Voz de mi Ángel –para qué llamarla por el apellido cuando hay confianza- me cuida –“Su tabaco, gracias”-; me guía – “En la próxima rotonda, gire a la derecha”; me avisa – Planta tercera: complementos de caballero-  y me protege
– la base de datos ha sido actualizada-
En la sesión de hoy he tratado, con toda la paciencia del mundo, que la doctora Olmos llegara a comprenderlo. Incluso –quid pro quod- poniendo en práctica sus consignas, demostrarle cómo, en estos tiempos en que el Hombre ha conseguido que los avances tecnológicos dobleguen la propia Naturaleza, incluso Dios – porque sí, después de todo lo ocurrido he vuelto a la Fe- nos manda a sus Enviados camuflados bajo la apariencia de programas informáticos –simuladores de voz en este caso- Lo de las alas y filacterios está ya fuera de nuestra época.
Ahora voy a terminar de instalar la impresora multifunción en la mesilla de noche. Me cuesta menos coger el sueño cuando duermo acompañado, así que, a partir de ahora, su dulce Voz me arrullará: “Ha comenzado la impresión” “Por favor, cargue papel en la bandeja”.
Sé que poco a poco conseguiré que me tutee.